miércoles, 30 de mayo de 2012

El mejor amigo

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
San Sebastián (GUIPUZCOA). Mateo 28, 16-20

ECLESALIA, 30/05/12.- En el núcleo de la fe cristiana en un Dios trinitario hay una afirmación esencial. Dios no es un ser tenebroso e impenetrable, encerrado egoístamente en sí mismo. Dios es Amor y solo Amor. Los cristianos creemos que en el misterio último de la realidad, dando sentido y consistencia a todo, no hay sino Amor.
Jesús no ha escrito ningún tratado acerca de Dios. En ningún momento lo encontramos exponiendo a los campesinos de Galilea doctrina sobre él. Para Jesús, Dios no es un concepto, una bella teoría, una definición sublime. Dios es el mejor Amigo del ser humano.
Los investigadores no dudan de un dato que recogen los evangelios. La gente que escuchaba a Jesús hablar de Dios y le veía actuar en su nombre, experimentaba a Dios como una Buena Noticia. Lo que Jesús dice de Dios les resulta algo nuevo y bueno. La experiencia que comunica y contagia les parece la mejor noticia que pueden escuchar de Dios. ¿Por qué?.
Tal vez lo primero que captan es que Dios es de todos, no sólo de los que se sienten dignos para presentarse ante él en el templo. Dios no está atado a un lugar sagrado. No pertenece a una religión. No es propiedad de los piadosos que peregrinan a Jerusalén. Según Jesús, "hace salir su sol sobre buenos y malos". Dios no excluye ni discrimina a nadie. Jesús invita a todos a confiar en él: "Cuando oréis decid: ¡Padre!".
Con Jesús van descubriendo que Dios no es sólo de los que se acercan a él cargados de méritos. Antes que a ellos, escucha a quienes le piden compasión porque se sienten pecadores sin remedio. Según Jesús, Dios anda siempre buscando a los que viven perdidos. Por eso se siente tan amigo de pecadores. Por eso les dice que él "ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido".
 También se dan cuenta de que Dios no es sólo de los sabios y entendidos. Jesús le da gracias al Padre porque le gusta revelar a los pequeños cosas que les quedan ocultas a los ilustrados. Dios tiene menos problemas para entenderse con el pueblo sencillo que con los doctos que creen saberlo todo.
Pero fue, sin duda, la vida de Jesús, dedicado en nombre de Dios a aliviar el sufrimiento de los enfermos, liberar a poseídos por espíritus malignos, rescatar a leprosos de la marginación, ofrecer el perdón a pecadores y prostitutas..., lo que les convenció que Jesús experimentaba a Dios como el mejor Amigo del ser humano, que sólo busca nuestro bien y sólo se opone a lo que nos hace daño. Los seguidores de Jesús nunca pusieron en duda que el Dios encarnado y revelado en Jesús es Amor y sólo Amor hacia todos.

miércoles, 23 de mayo de 2012

Recibid el Espíritu


JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net


San Sebastián (GUIPUZCOA). Juan, 20, 19-23


ECLESALIA23/05/12.- Poco a poco, vamos aprendiendo a vivir sin interioridad. Ya no necesitamos estar en contacto con lo mejor que hay dentro de nosotros. Nos basta con vivir entretenidos. Nos contentamos con funcionar sin alma y alimentarnos sólo de pan. No queremos exponernos a buscar la verdad. Ven Espíritu Santo y libéranos del vacío interior.
Ya sabemos vivir sin raíces y sin metas. Nos basta con dejarnos programar desde fuera. Nos movemos y agitamos sin cesar, pero no sabemos qué queremos ni hacia dónde vamos. Estamos cada vez mejor informados, pero nos sentimos más perdidos que nunca. Ven Espíritu Santo y libéranos de la desorientación.
Apenas nos interesan ya las grandes cuestiones de la existencia. No nos preocupa quedarnos sin luz para enfrentarnos a la vida. Nos hemos hecho más escépticos pero también más frágiles e inseguros. Queremos ser inteligentes y lúcidos. ¿Por qué no encontramos sosiego y paz?. ¿Por qué nos visita tanto la tristeza?. Ven Espíritu Santo y libéranos de la oscuridad interior.
Queremos vivir más, vivir mejor, vivir más tiempo, pero ¿vivir qué?. Queremos sentirnos bien, sentirnos mejor, pero ¿sentir qué?. Buscamos disfrutar intensamente de la vida, sacarle el máximo jugo, pero no nos contentamos sólo con pasarlo bien. Hacemos lo que nos apetece. Apenas hay prohibiciones ni terrenos vedados. ¿Por qué queremos algo diferente?. Ven Espíritu Santo y enséñanos a vivir.
Queremos ser libres e independientes, y nos encontramos cada vez más solos. Necesitamos vivir y nos encerramos en nuestro pequeño mundo, a veces tan aburrido. Necesitamos sentirnos queridos y no sabemos crear contactos vivos y amistosos. Al sexo le llamamos "amor" y al placer "felicidad", pero ¿quién saciará nuestra sed?. Ven Espíritu Santo y enséñanos a amar.
En nuestra vida ya no hay sitio para Dios. Su presencia ha quedado reprimida o atrofiada dentro de nosotros. Llenos de ruidos por dentro, ya no podemos escuchar su voz. Volcados en mil deseos y sensaciones, no acertamos a percibir su cercanía. Sabemos hablar con todos menos con él. Hemos aprendido a vivir de espaldas al Misterio. Ven Espíritu Santo y enséñanos a creer.
Creyentes y no creyentes, poco creyentes y malos creyentes, así peregrinamos todos muchas veces por la vida. En la fiesta cristiana del Espíritu Santo a todos nos dice Jesús lo que un día dijo a sus discípulos exhalando sobre ellos su aliento: "Recibid el Espíritu Santo". Ese Espíritu que sostiene nuestras pobres vidas y alienta nuestra débil fe puede penetrar en nosotros por caminos que solo él conoce.

miércoles, 16 de mayo de 2012

Nuevo comienzo


JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
San Sebastián (GUIPUZCOA). Marcos 16, 15-20

ECLESALIA16/05/12.- Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo, han de "hacer discípulos" que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser "testigos" de lo que han vivido junto él. Marcos lo resume todo diciendo que han de "proclamar el Evangelio a toda la creación".
Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.
Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria escuchando a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.
¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades?. El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: "El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia". Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús.
Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar a la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.
Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe, no por obligación sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana, no como deber sino como irradiación y contagio. Es posible introducir ya en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Al estilo de Jesús

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
San Sebastián (GUIPUZCOA). Juan 15,9-17
ECLESALIA, 09/05/12.- Jesús se está despidiendo de sus discípulos. Los ha querido apasionadamente. Los ha amado con el mismo amor con que lo ha amado el Padre. Ahora los tiene que dejar. Conoce su egoísmo. No saben quererse. Los ve discutiendo entre sí por obtener los primeros puestos. ¿Qué será de ellos?.
Las palabras de Jesús adquieren un tono solemne. Han de quedar bien grabadas en todos: "Éste es mi mandato: que os améis unos a otros como yo os he amado". Jesús no quiere que su estilo de amar se pierda entre los suyos. Si un día lo olvidan, nadie los podrá reconocer como discípulos suyos.
De Jesús quedó un recuerdo imborrable. Las primeras generaciones resumían así su vida: "Pasó por todas partes haciendo el bien". Era bueno encontrarse con él. Buscaba siempre el bien de las personas. Ayudaba a vivir. Su vida fue una Buena Noticia. Se podía descubrir en él la cercanía buena de Dios.
Jesús tiene un estilo de amar inconfundible. Es muy sensible al sufrimiento de la gente. No puede pasar de largo ante quien está sufriendo. Al entrar un día en la pequeña aldea de Naín, se encuentra con un entierro: una viuda se dirige a dar tierra a su hijo único. A Jesús le sale desde dentro su amor hacia aquella desconocida: "Mujer, no llores". Quien ama como Jesús, vive aliviando el sufrimiento y secando lágrimas.
Los evangelios recuerdan en diversas ocasiones cómo Jesús captaba con su mirada el sufrimiento de la gente. Los miraba y se conmovía: los veía sufriendo, o abatidos o como ovejas sin pastor. Rápidamente, se ponía a curar a los más enfermos o a alimentarlos con sus palabras. Quien ama como Jesús, aprende a mirar los rostros de las personas con compasión.

Es admirable la disponibilidad de Jesús para hacer el bien. No piensa en sí mismo. Está atento a cualquier llamada, dispuesto siempre a hacer lo que pueda. A un mendigo ciego que le pide compasión mientras va de camino, lo acoge con estas palabras: "¿Qué quieres que haga por ti?". Con esta actitud anda por la vida quien ama como Jesús.
Jesús sabe estar junto a los más desvalidos. No hace falta que se lo pidan. Hace lo que puede por curar sus dolencias, liberar sus conciencias o contagiar confianza en Dios. Pero no puede resolver todos los problemas de aquellas gentes.
Entonces se dedica a hacer gestos de bondad: abraza a los niños de la calle: no quiere que nadie se sienta huérfano; bendice a los enfermos: no quiere que se sientan olvidados por Dios; acaricia la piel de los leprosos: no quiere que se vean excluidos. Así son los gestos de quien ama como Jesús.

miércoles, 2 de mayo de 2012

Contacto personal

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, vgentza@euskalnet.net
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA). Juan 15, 1-8

ECLESALIA, 02/05/12.- Según el relato evangélico de Juan, en vísperas de su muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: "Permaneced en mí". Conoce su cobardía y mediocridad. En muchas ocasiones les ha recriminado su poca fe. Si no se mantienen vitalmente unidos a él no podrán subsistir.
Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: "Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí". Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá.
Jesús emplea un lenguaje rotundo: "Yo soy la vid y vosotros los sarmientos". En los discípulos ha de correr la savia que proviene de Jesús. No lo han de olvidar nunca. "El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada". Separados de Jesús, sus discípulos no podemos nada.
Jesús no solo les pide que permanezcan en él. Les dice también que "sus palabras permanezcan en ellos". Que no las olviden. Que vivan de su Evangelio. Esa es la fuente de la que han de beber. Ya se lo había dicho en otra ocasión: "Las palabras que os he dicho son espíritu y vida".
El Espíritu del Resucitado permanece hoy vivo y operante en su Iglesia de múltiples formas, pero su presencia invisible y callada adquiere rasgos visibles y voz concreta gracias al recuerdo guardado en los relatos evangélicos por quienes lo conocieron de cerca y le siguieron. En los evangelios nos ponemos en contacto con su mensaje, su estilo de vida y su proyecto del reino de Dios.
Por eso, en los evangelios se encierra la fuerza más poderosa que poseen las comunidades cristianas para regenerar su vida. La energía que necesitamos para recuperar nuestra identidad de seguidores de Jesús. El Evangelio de Jesús es el instrumento pastoral más importante para renovar hoy a la Iglesia.
Muchos cristianos buenos de nuestras comunidades solo conocen los evangelios "de segunda mano". Todo lo que saben de Jesús y de su mensaje proviene de lo que han podido reconstruir a partir de las palabras de los predicadores y catequistas. Viven su fe sin tener un contacto personal con "las palabras de Jesús".
Es difícil imaginar una "nueva evangelización" sin facilitar a las personas un contacto más directo e inmediato con los evangelios. Nada tiene más fuerza evangelizadora que la experiencia de escuchar juntos el Evangelio de Jesús desde las preguntas, los problemas, sufrimientos y esperanzas de nuestros tiempos.