sábado, 19 de octubre de 2013

¿Seguimos creyendo en la justicia?

29 Tiempo ordinario (C) Lucas, 18, 1-8

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA16/10/13.- Lucas narra una breve parábola indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse. Este tema es muy querido al evangelista que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios.
Sin embargo, si observamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión “hacer justicia”. Más que modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.
El primer personaje de la parábola es un juez que “ni teme a Dios ni le importan los hombres”. Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.
El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un “adversario” más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.
En la conclusión de la parábola, Jesús no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios: ¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?. Estos elegidos no son “los miembros de la Iglesia” sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el reino de Dios.
Luego, Jesús hace una pregunta que es todo un desafío para sus discípulos: Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. No está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.
¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar?. Seguramente, tiene razón J. B. Metz cuando denuncia que en la espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia. 

lunes, 14 de octubre de 2013

Moderación papal

El por J. I. González Faus

González FausLa historia da a veces unas vueltas increíbles y me temo que dentro de poco vamos a ver a toda la izquierda eclesial gritando “totus tuus”, con el mismo fervor con que en tiempos de Wojtila lo gritaban otros sectores eclesiales. Incluso, a lo mejor, en lugar de “Juan Pablo II te quiere todo el mundo”, ahora se llenan las calles de progres que gritan algo así como “Francisco, Francisco, estás armando un cisco”… Por otro lado, las editoriales están todas convirtiendo al nuevo papa en su quimera del oro, donde va a buscar pingües beneficios, en estos tiempos de crisis y con IVAs del 21%…
Personalmente, y aun comprendiendo el respiro que Francisco puede haber significado para muchos miembros del pueblo de Dios, me sentiría más cómodo si las temperaturas papales se templan un poco. En primer lugar por aquello de que “hay amores que matan” y no creo que esos fervores le hagan bien al mismo papa. Y luego porque nunca está excluido del todo el título de aquella película: “Más dura será la caída”.
Dejemos a Francisco ser hombre. No lo mitifiquemos demasiado porque entonces caeremos en la tentación de poner en primer lugar mi propia ilusión particular y creer que la Iglesia se habrá renovado si se cumple lo que yo deseo: el teólogo condenado que le reivindique el papa; el cura casado que se suprima el celibato; la monja impaciente que se le conceda el ministerio… Y más de dos de nosotros caer en la tentación de no saber perdonar, y disfrutar poniendo en la picota a cuantos nos maltrataron queriendo o sin querer. Mal camino.
Dejemos a Francisco ser humano. De momento hay algo muy de agradecer: sus primeros seis meses se parecen al título de la primera obra de Urs von Balthasar que se llamaba “Schleifung der Bastionen” (Derribo de los bastiones) cuando Balthasar era un teólogo joven, mucho más abierto de lo que fue después.Francisco ha sabido derribar discretamente una serie de trincheras y muros de contención que le han ganado el cariño de un pueblo de Dios que se ahogaba en las paredes eclesiales. Pero le están ganando también la hostilidad de sectores eclesiásticos que, como Caifás, temen ahora que vengan los romanos “y se hagan con nuestro lugar y nuestra casa”, aunque de momento no parecen saber cómo reaccionar.
No lo va a tener fácil, y sería importante que nosotros no le compliquemos más las cosas con nuestra impaciencias radicales. Ahora que está vivo el aniversario del 11 S en Chile, puede ser bueno recordar que a Allende le complicaron las cosas tanto las derechas intolerantes como los radicalismos del MIR que creían llegada la hora de pedir la luna, o cada uno su luna.
No lo conozco personalmente, pero no me da la sensación de que el hermano Francisco tenga una teología de primera línea. Sí que me parece que tiene una experiencia evangélica muy profunda, que hasta casi aventuraría uno que es fruto de alguna conversión o alguna gracia especial, dada la tranquila seguridad con que se mueve en ella.
Las cosas de palacio van despacio y las de la Iglesia –purtroppo magari– suelen ir más despacio. A Francisco no pueden quedarle demasiados años para la inmensa tarea que tiene por delante. Si de momento la Iglesia se orientara a ser de veras iglesia “de los pobres” de un modo decisivo y sin retorno y si, además, el buen estratega que parece ser Francisco consiguiera una profunda y radical reforma de la Curia romana, ya habría para entonar varios Tedeums. Y lo que creo que todos deberíamos intentar es colaborar al máximo en esta dirección sin querer marcar cada uno la agenda papal. Muchos deseos personales habrán de esperar. Pero recordemos que es propio de casi todos los Moisés, atisbar la tierra prometida sin llegar a entrar en ella…
Recordemos el sabio refrán: el bien no hace ruido y el ruido no hace bien. Temo sinceramente que Francisco esté haciendo (o mejor: le estemos haciendo hacer) demasiado ruido.
J.I. González-Faus
Jesuita. Miembro del Área Teológica de Cristianisme i Justícia. Entre sus obras, cabe mencionar La Humanidad nueva. Ensayo de cristología (1975), Acceso a Jesús (1979), Proyecto de hermano. Visión creyente del hombre (1989) o Vicarios de Cristo: los pobres en la teología y espiritualidad cristianas (2004). Sus últimos libros son El rostro humano de DiosOtro mundo es posible… desde Jesús y El amor en tiempos de cólera… económica. Escribe habitualmente en el diario La Vanguardia. Autor de de numerosos cuadernos de Cristianisme i Justícia.
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Considero este comentario de González Faus no sólo muy bueno sino necesario también.
Ponemos en la picota siempre a los obispos, al papa y a los curas y confundimos a la Iglesia con esa pequeña parte de la Iglesia"; es necesario insistir siempre en que eso es un error y por varias razones:
  1. Nos lleva  a descargar en ellos la responsabilidad que en realidad es de TODA LA IGLESIA.
  2. Nos lleva a ignorar que ellos son tan humanos como  nosotros: se  pueden equivocar como nosotros,... pero les juzgamos y condenamos como si tuvieran la obligación de ser perfectos.
  3. En realidad, ¿no estaremos haciendo eso para escudarnos en sus errores e incoherencias y a la postre lo que hacemos es mostrar nuestra incoherencia con nuestra fe?.
  4. Incurrimos en los mismos errores de los escribas y fariseos intolerantes: que exigimos todo a los demás, ignoramos la humildad que debiéramos practicar y el  compromiso efectivo que no acabamos de asumir.
José Ignacio lo dice explícitamente del papa Francisco; creo que pone las cosas en su sitio y nos hace una clarísima llamada A TODOS Y TODAS para que dejemos de mirar tanto a determinadas personas y empecemos a mirarnos a nosotros mismos y a la parte que nos toca.

miércoles, 9 de octubre de 2013

Creer sin agradecer

28 Tiempo ordinario (C) Lucas, 17, 11-19
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 09/10/13.- El relato comienza narrando la curación de un grupo de diez leprosos en las cercanías de Samaría. Pero, esta vez, no se detiene Lucas en los detalles de la curación, sino en la reacción de uno de los leprosos al verse curado. El evangelista describe cuidadosamente todos sus pasos, pues quiere sacudir la fe rutinaria de no pocos cristianos.
Jesús ha pedido a los leprosos que se presenten a los sacerdotes para obtener la autorización que los permita integrarse en la sociedad. Pero uno de ellos, de origen samaritano, al ver que está curado, en vez de ir a los sacerdotes, se vuelve para buscar a Jesús. Siente que para él comienza una vida nueva. En adelante, todo será diferente: podrá vivir de manera más digna y dichosa. Sabe a quién se lo debe. Necesita encontrarse con Jesús.
Vuelve alabando a Dios a grandes gritos. Sabe que la fuerza salvadora de Jesús solo puede tener su origen en Dios. Ahora siente algo nuevo por ese Padre Bueno del que habla Jesús. No lo olvidará jamás. En adelante vivirá dando gracias a Dios. Lo alabará gritando con todas sus fuerzas. Todos han de saber que se siente amado por él.
Al encontrarse con Jesús, “se echa a sus pies dándole gracias”. Sus compañeros han seguido su camino para encontrarse con los sacerdotes, pero él sabe que Jesús es su único Salvador. Por eso está aquí junto a él dándole gracias. En Jesús ha encontrado el mejor regalo de Dios.
Al concluir el relato, Jesús toma la palabra y hace tres preguntas expresando su sorpresa y tristeza ante lo ocurrido. No están dirigidas al samaritano que tiene a sus pies. Recogen el mensaje que Lucas quiere que se escuche en las comunidades cristianas.
“¿No han quedado limpios los diez?”.¿No se han curado todos?. ¿Por qué no reconocen lo que han recibido de Jesús?. Los otros nueve, ¿dónde están?. ¿Por qué no están allí?. ¿Por qué hay tantos cristianos que viven sin dar gracias a Dios casi nunca?. ¿Por qué no sienten un agradecimiento especial hacia Jesús?. ¿No lo conocen?. ¿No significa nada nuevo para ellos?.
¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?. ¿Por qué hay personas alejadas de la práctica religiosa que sienten verdadera admiración y agradecimiento hacia Jesús, mientras algunos cristianos no sienten nada especial por él?. Benedicto XVI advertía hace unos años que un agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que un cristiano rutinario que lo es sólo por tradición o herencia. Una fe que no genera en los creyentes alegría y agradecimiento es una fe enferma.

jueves, 3 de octubre de 2013

¿Somos creyentes?

27 Tiempo ordinario (C) Lucas 17, 5-10

JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com
SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).

ECLESALIA, 02/10/13.- Jesús les había repetido en diversas ocasiones: “¡Qué pequeña es vuestra fe!”. Los discípulos no protestan. Saben que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de Dios; solo piensa en hacer el bien; solo vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?.
Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe. Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe.
La crisis religiosa de nuestros días no respeta ni si quiera a los practicantes. Nosotros hablamos de creyentes y no creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no. En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos llamamos “cristianos” nos hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes?. ¿Quién es Dios para nosotros?. ¿Lo amamos?. ¿Es él quien dirige nuestra vida?.
La fe puede debilitarse en nosotros sin que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo poco a poco en nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una costumbre que no nos atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.
¿Qué podemos hacer?. En realidad, no se necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad”. Es bueno repetirlas con corazón sencillo.
Dios nos entiende. El despertará nuestra fe.
No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón.
Lo importante es insistir hasta tener una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios, es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.